Post
Todos conocemos el eterno ritual de cada verano: lograr el tono perfecto de piel. Para muchos, se convierte incluso en un objetivo, y es que en muchos países occidentales, una piel bronceada es sinónimo de buen aspecto.
El bronceado oscurece de forma natural nuestra piel, al verse estimulada por la exposición a la radiación ultravioleta del sol. Actualmente, podemos asociar esto al relax o factores estéticos, sin embargo, no siempre ha sido así.
Lo que muchos persiguen a día de hoy, en su día era evitado. ¿Por qué creéis? Os hacemos un breve viaje por la historia, para entender la evolución de la sociedad en cuanto al ideal de belleza del “moreno”.
Antiguamente, la piel blanca era símbolo de pureza, salud y status social. Por contra, ponerse moreno era sinónimo de trabajo duro y pobreza.
De esta forma, podemos decir que el bronceado acababa diferenciando una clase social de otra: la clase trabajadora lucía la piel morena al exponerse largas horas de trabajo al sol, mientras que la alta sociedad, con una tez más pálida, mostraba su poder y riqueza.
En 1923, la modista “Coco” Chanel pasa unas vacaciones por el Mediterráneo, y, tras unos días de travesía, se acaba bronceando. Al desembarcar y ser fotografiada por los múltiples periodistas que le esperaban, el moreno comenzó a generalizarse por “imitación”.
Hollywood se vuelve a color: se acaba el blanco y negro del cine dando pie a la emisión de películas a color. Un tono de piel saludable se convierte en necesidad imprescindible si quieres triunfar en la gran pantalla, por esa razón, surgen los primeros bronceadores.
The Beach Boys (banda de rock que causó un gran éxito) pone de moda canciones que hablan del surf, de la playa, moda, la música y el estilo de vida de los jóvenes americanos de la época. Unos pocos años después estalla el Flower Power, los hippies y el “boom” de la cultura de playa y culto al sol, como símbolo de libertad y juventud.
Los salones de bronceado se expanden alrededor del mundo. La sociedad quiere estar morena durante todo el año. Sin embargo, aparece el primer toque de atención: la Academia Americana de Dermatología imparte el primer programa educativo acerca de los riesgos de la sobreexposición solar.
Aparecen los protectores solares no solo para evitar quemaduras, sino para prolongar el tiempo de exposición para broncearse.
Y así llegamos hasta nuestros días. Nos encontramos en la era donde el bronceado debe ser responsable. No olvidemos que el broncearse solo es una manifestación del mecanismo de defensa de la piel.
Como con todo en la vida, la clave está en el equilibrio y armonía, por lo que la moderación es esencial para poder disfrutar de la exposición al sol de forma sana.