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Dormir es una necesidad básica de nuestro cuerpo. Sin embargo, dormir mal es un problema que afecta a muchísimas personas y que se ha visto agravado por la situación de pandemia que estamos viviendo. Y esto afecta a todos los aspectos de nuestra salud, incluida la piel.
Como sabemos, la piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo y, por tanto, cualquier alteración en aspectos como la alimentación o el sueño, también la afectará. Un sueño profundo y reparador nos garantiza un buen descanso y la puesta en marcha de todo un proceso regenerador a todos los niveles.
A grandes rasgos y sin profundizar en el tema, diremos que dormir bien y tener un buen descanso nos ayuda a tener una mejor salud de la piel.
Cuando dormimos mal, en primer lugar, se produce una alteración de la regulación de la piel normal, en especial de la termorregulación. Los vasos sanguíneos se contraen o dilatan para ir adaptando la temperatura corporal a la exterior. Dormir mal altera esta función. ¿Cuántas veces, tras una larga noche de insomnio no has tenido frío aunque haga calor?
Cuando nos vemos privados de sueño, también se altera la producción de hormonas, como la melatonina. Esto a su vez, influye en la producción de colágeno, por lo que la piel comenzará a mostrar signos de falta de elasticidad.
El sistema inmunológico se ve afectado, lo que puede provocar un incremento de irritaciones.
La piel, además, se vuelve más fina y débil y por lo tanto, envejece antes.
La privación del sueño también provoca estrés, lo que puede aumentar las posibilidades de que alguna patología dermatológica se reactive.
El insomnio también provoca que se libere una sustancia llamada noradrenalina cuya consecuencia es la vasoconstricción y por lo tanto menos oxigenación de la piel.
Como véis, no dormir o no tener una buena higiene del sueño afecta muchísimo a la salud y aspecto de nuestra piel, que como no nos cansamos de repetir, es la primera barrera de defensa ante el mundo exterior.