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Piel sensible. ¿Qué es?

Muchas personas sienten cierta preocupación al notar su piel más sensible de lo normal. Por esa razón, a pesar de ser un concepto algo complicado de definir, vamos a tratar de destacar los aspectos principales de una piel sensible. Tras leer este post, seréis capaces de reconocer sus características propias y causas más comunes, por lo que será más fácil identificarla.

Una piel sensible, por culpa de una serie de factores internos y externos, pierde parte de sus defensas naturales y hace que ésta se perciba más seca. La barrera protectora natural de nuestra piel, pues, se vuelve más débil, por lo que es más fácil que entren bacterias o sustancias nocivas en nuestro organismo.

Este tipo de piel puede aparecer en distintas zonas de nuestro cuerpo, volviéndolas más ásperas. Las más comunes son: la cara, labios, manos y cuero cabelludo. Así, a pesar de compartir algunas similitudes con la piel seca, no siempre la piel sensible está relacionada con este proceso ni sus síntomas se aliviarán de la misma manera. ¡No lo confundais!

Características de una piel sensible

El problema al que más se enfrentan los dermatólogos hoy en día es el de la piel sensible. Y es que, a pesar de ser una cuestión común entre los pacientes, tiene un difícil diagnóstico y tratamiento.

A continuación os mostramos los puntos que tienen en común este tipo de pieles más delicadas a fin de que podáis reconocer si sufrís este tipo de sensibilidad:

  • Cambios visibles externos. Hormigueo, enrojecimiento, descamación de la piel, tirantez, ardor, escozor, picor intenso… La piel reacciona al entrar en contacto la piel con ciertos cosméticos o al ser expuesta al frío, sol o viento.

  • Disparidad. Muchos expertos consideran que se trata de una variante de la normalidad, más que de una enfermedad. Así, sería propia de personas con mayor reactividad a diferentes estímulos.

  • Piel más permeable. Este tipo de piel intolerante destaca por absorber más fácilmente sustancias externas, por lo que aplicar ciertos productos que de por sí no son irritantes, puede provocar molestias. Esto ocurre debido al daño de la barrera protectora de la piel, que provoca una pérdida excesiva de agua.

  • Más frecuente en los más jóvenes. La edad es otro factor que influye en la posesión de una piel sensible. Además, influyen otros aspectos como la raza o los hábitos de higiene o culturales. Así, son más propensos los bebés o personas de edad más temprana, así como los ancianos.

Diferentes datos muestran que la aparición de pieles sensibles es similar en volumen entre hombres y mujeres. Así, rechazamos el tradicional pensamiento de que el sexo femenino es más propenso a pieles sensibles al usar más cosméticos. Es más, la proporción de hombres con sensibilidad en la piel aumenta, lo que viene asociado al aumento de productos cosméticos y el afeitado.

Causas de una piel sensible

A continuación destacaremos algunas de las principales fuentes ante las cuales una piel sensible reacciona y se irrita inmediatamente, ya que ve amenazada su función natural de protección.

  • Procedimientos agresivos. La depilación, peelings (exfoliaciones químicas) y otros tratamientos estéticos pueden llegar a a hacer que la piel pierda su grasa natural con rapidez. Cabe ir con cuidado con estos procesos y, en el caso de que se lleven a cabo, hay que hidratar bien nuestra piel para mantenerla cuidada.

  • Cosmética. Al taponar los poros, muchos productos y preparados cosméticos provocan que la piel transpire como de normal. En este sentido, utiliza productos específicos para pieles sensibles, hidrata tu piel y evita radicales libres, ya que resultan oxidan las células de tu capa córnea y terminaciones nerviosas.

  • Alimentos. Lo hemos dicho muchas veces, pero es cierto que “somos lo que comemos”. Abusar del alcohol, café o tabaco reseca nuestra piel progresivamente. ¡No prives a tu cuerpo de los nutrientes más esenciales!

  • Hábitos. Un ritmo de vida estresado y caótico afecta irremediablemente a tus cambios hormonales y con ello, a tu piel. Debemos ser capaces de detectar cuándo nuestro equilibrio y orden mental están alterados y actuar en defensa de nuestro bienestar. Hacer ejercicio, comer de forma saludable y dormir adecuadamente son los básicos a cumplir para llevar un buen ritmo de vida.

  • Entorno natural. Los cambios drásticos de temperatura, humedad o la contaminación pilla desprevenida a tu piel. Seguro que alguna vez se te ha puesto la piel roja en una ducha de invierno en la que pones el agua más caliente de lo normal. La piel se irrita y se pone roja al intentar defender el cuerpo para intentar mantener la temperatura.

    Nuestro organismo pretende hidratar todas las zonas afectadas, pero las variaciones tajantes hacen más complicado este trabajo. Toma tus baños con agua tibia y como producto de limpieza, recomendamos aquellos productos categorizados como hipoalergénicos.

  • Genética. Como parte de nuestra herencia familiar, recibimos de nuestros progenitores parte de sus genes, por lo que si en tu familia hay casos de pieles sensibles, posiblemente seas más propenso a tenerla.

Los síntomas de este tipo de piel son subjetivos, ya que se pueden confundir con otros problemas cutáneos: dermatitis atópica, rosácea, reacción alérgica... Así, os recomendamos que, si sospechais que tenéis una piel sensible al sentiros reflejados en estas características, no dudéis en acudir a un profesional dermatólogo.

Éste os aconsejará cómo cuidar la piel sensible y qué procesos podéis llevar a cabo para disminuir o suavizar los efectos de la sensibilidad en vuestra piel. Tras una exploración detallada, será más sencillo descartar ciertas patologías y encontrar el diagnóstico adecuado. Este tipo de piel requiere muchas atenciones y un trato especialmente delicado. No la ignoréis.

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