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El frío y el envejecimiento de la piel

Llega el invierno y con él, el frío. Esa estación tan querida por muchos y menos apreciada por otros tantos trae consigo unas temperaturas más bajas, y nuestro organismo lo notará.

Nuestra piel es el órgano más grande y expuesto del cuerpo, por lo que su cuidado es importante en cualquier época del año, sin embargo, con la llegada del invierno, es imprescindible mantenerla hidratada y protegerla de forma intensa.

En ese sentido, el envejecimiento de la piel, a pesar de ser un proceso natural y en gran parte, estar relacionado con la genética del individuo; se acelera al exponer nuestra dermis a climas y ambientes extremadamente fríos. Pero, ¿cómo afecta el frío realmente a nuestra piel?

Por qué el frío acelera el envejecimiento de nuestra piel

La principal función que cumple nuestra piel es protegernos de las agresiones externas, haciendo de barrera protectora o defensiva en primera línea. Además, nos ayuda a mantener la temperatura corporal adecuada.

Las bajas temperaturas, el viento y la humedad del otoño-invierno pueden llevar a nuestra piel al límite. Con el frío, nuestra piel se reseca y segregamos en exceso la proteína MMP-1. En cristiano: la molécula involucrada en favorecer la aparición del envejecimiento cutáneo.

Esto ocurre debido a las reacciones que alteran las estructuras del tejido de nuestra piel. Cuando notamos el frío, disminuye nuestro flujo de los vasos sanguíneos y con ello, la oxigenación y nutrición de las células de la piel.

Esto sumado a la polución a la que estamos expuestos, influye considerablemente en la pérdida de elasticidad y, por tanto, en la formación de arrugas. Nuestra piel, al estar más tirante, marca más las líneas de expresión y se vuelve más pálida; así, se somete a un envejecimiento prematuro.

La solución para proteger nuestra piel del frío

Labios cortados, sequedad en la piel, mejillas rojas…El frío no nos lo pone fácil, pero hay ciertos consejos que demuestran que podemos hacerle frente de alguna forma:

  • Pon color a tus platos.

    “Castañas en cocción, en otoño e invierno; buena alimentación”. Como siempre no puede faltar en tus comidas el abanico de colores propios de las frutas y hortalizas. Verde, naranja, rojo, amarillo… llenarán tu piel de vitaminas y la ayudaran a regenerarse.

    Elige si es posible aquellas frutas y verduras de temporada, y si son orgánicas, mejor. Así guardarán todas sus propiedades y tu organismo podrá aprovecharlas al máximo.

  • ¿Protección solar en invierno? SI.

    Aunque la radiación solar no tenga la misma fuerza que en verano, por ejemplo; no hay que confiarse. Sobretodo, en zonas donde haya nieve, ya que ésta actúa como una lupa con los rayos del Sol. Utiliza un FPS (indicio de la protección que brinda un producto) de 30. Hoy en día muchas cremas y maquillajes tienen ya protector solar, así que te recomendamos decantarte por estos.

  • Hidrátate, ¡por fuera y por dentro!

    Hay que beber al menos 1L y media de agua al día, según los expertos. Y es que además de hidratar tu piel por fuera, es esencial mantenerse hidratado por dentro. Fíjate en aquellos productos que contengan ácido hialurónico, bambú o extracto de mimosa. Ah, y no olvides llevar siempre contigo un bálsamo labial, tus labios te lo agradecerán en esos días de viento.

  • Evita las duchas demasiado calientes.

    A todos nos gusta llegar a casa después de un largo día frío y meternos en la ducha con el agua bien caliente. Muchas veces hasta que nuestra piel se pone roja…¡error! A pesar de ser un acto tentador, lo único que conseguiremos es resecar e irritar más nuestra piel. Lo mejor es ducharse con agua tibia e incluso darse algún chorretón de agua fría, ya que ayudará a mejorar la circulación y logrará una piel más fuerte y brillante.

  • Limpieza sí, pero con mimo.

    Como en cualquier mes del año, la limpieza de nuestra piel es fundamental en su rutina de cuidados, pero esta vez hay que tener más en cuenta la utilización de productos suaves, que no supongan la alteración del manto hidrolipídico (barrera que evita la pérdida de agua, electrolitos y otros componentes). Para ello, evita productos agresivos: escoge texturas delicadas naturales y olvídate de aquellas soluciones que irriten tu piel.

En los meses fríos y en los cambios bruscos de temperatura, más vale prestar mayor atención a los cuidados de nuestra piel si no queremos sufrir los efectos nocivos y consecuencias del frío: grietas, durezas, pérdidas de sensibilidad y arrugas.

La falta de oxigenación y nutrición a nuestra piel, hace que los tejidos de la dermis se alteren en su metabolismo, sufran y se deterioren llegando, en ocasiones, a producirse lesiones irreversibles.

Preparar la piel es importantísimo. Una piel hidratada y nutrida nos permite hacer frente a los agentes externos que puedan perjudicar a nuestra piel. Aprende a cuidarla durante la época más fría del año y te lo agradecerá.

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